Un mapa. La
posibilidad de componer geografías para identificarnos como territorios
localizables que obedecen a contextos específicos de identidad y a su vez
asumir nuestras propias fronteras. La frontera, detalla el sentido puntual de la geografía lo cual no opera
necesariamente en el delito o en la prohibición del tránsito libre. La importancia de la frontera como un “no territorio” asume un principio y fin de la auto geografía. Un intersticio en el que podemos entendernos
entonces, no ciudadanos de ningún país, de ningún continente.
Hablamos entonces de
comunidades no pertenecidas que transitan perteneciéndose a sí mismas,
encontrando quizá en esos breves territorios creados in situ el propio trazo de su geografía para la creación de una
nación emergente.
Las aldeas en el mejor de los
casos, están exentas de mandatario y quien dicta el sentido de su temporalidad
o pertenencia es el camino, conviviendo de este modo con la naturaleza fallida
o no de una colectividad. Pero el concepto de aldea trazado
para el desarrollo del Séptimo festival de la Bestia, aunque basado en lo
anteriormente expuesto, se identifica además con la emergencia. Esto lo hace
pertenecer al sentido de cooperación que se estructura de manera temporal a
partir de un fenómeno no previsto que provoca su creación inmediata. Estas, son
las aldeas construidas por necesidad después de la guerra, el genocidio, el
desastre natural. Son las aldeas que se relacionan a partir de la expresión incalculable
de la sobrevivencia.
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